Editorial Pluma Dorada presenta: Las Estrellas Guardianas
En un rincón del vasto universo, más allá de las estrellas más lejanas, existía un reino llamado Luminaris. Este reino no era como cualquier otro, pues estaba habitado por criaturas mágicas que cuidaban de la luz que iluminaba todas las galaxias. Estas criaturas eran conocidas como las Estrellas Guardianas.
Las Estrellas Guardianas eran pequeñas luces danzantes, cada una con su propia melodía y color. Su líder, Solara, era la más brillante y sabia de todas. Solara guiaba a las demás guardianas con su luz dorada, asegurándose de que cada rincón del universo estuviera bien iluminado.
Un día, una sombra oscura conocida como Nox, el espíritu de la noche eterna, empezó a extenderse por Luminaris. Nox era envidiosa de la belleza y el brillo de las Estrellas Guardianas y deseaba sumir al universo en una oscuridad perpetua. Con su aliento helado, comenzó a apagar las luces de las guardianas, una por una.
Desesperadas, las Estrellas Guardianas acudieron a Solara, quien les habló con una voz tranquila y llena de esperanza. «No teman, pequeñas luces. Nox puede apagar nuestra luz temporalmente, pero nunca podrá extinguir nuestra esencia. Nuestra verdadera fuerza reside en nuestra unión y en la armonía de nuestros corazones.»
Con estas palabras, las Estrellas Guardianas se unieron en un círculo perfecto, cantando una melodía antigua que resonaba con la fuerza de mil soles. La luz que emanaba de su unión era tan intensa que Nox, a pesar de su poder, no pudo soportarla y comenzó a desvanecerse, dejando tras de sí solo una estela de estrellas fugaces.
El universo volvió a brillar con una intensidad renovada. Las Estrellas Guardianas aprendieron que su fuerza no solo provenía de su luz individual, sino de su capacidad de unirse y apoyarse mutuamente. Desde ese día, Luminaris fue más radiante que nunca, y las Estrellas Guardianas continuaron su labor, recordando siempre la lección que les dejó Nox.
Así, el reino de Luminaris siguió iluminando el universo con su luz inquebrantable, enseñando a todos que la verdadera fuerza radica en la unión y en la armonía de los corazones.
Moraleja: La verdadera fuerza no proviene de la individualidad, sino de la unión y el apoyo mutuo. Cuando nos unimos, podemos superar cualquier oscuridad y brillar con una luz que nunca se extinguirá.