Editorial Pluma Dorada presenta: El Árbol de los Deseos
En un pequeño y mágico valle escondido entre montañas doradas, se erguía un árbol ancestral conocido como El Árbol de los Deseos. Este árbol tenía el poder de conceder un deseo a cualquiera que fuera digno de su gracia. Sin embargo, nadie sabía cuál era el criterio exacto para que un deseo fuera concedido.
Un día, tres criaturas se encontraron al pie del árbol: una zorra astuta llamada Zafira, un cuervo sabio llamado Corvus y un conejo humilde llamado Brin. Cada uno tenía un deseo profundo en su corazón y esperaba que el árbol se los concediera.
Zafira, con su inteligencia y astucia, fue la primera en hablar. «Árbol de los Deseos, he viajado por tierras lejanas, enfrentado peligros y usado mi ingenio para sobrevivir. Deseo ser la criatura más poderosa de todo el valle, para que nadie pueda nunca desafiarme.»
El árbol se agitó ligeramente, pero no hubo respuesta. Zafira se alejó, perpleja y algo frustrada.
Corvus, el cuervo, se posó en una de las ramas y habló con su voz grave y serena. «Árbol de los Deseos, he acumulado conocimiento de cada rincón del mundo. Mi deseo es saberlo todo, para poder guiar a otros con mi sabiduría sin límites.»
Una vez más, el árbol permaneció en silencio, moviendo sus hojas suavemente con la brisa. Corvus, desconcertado, voló lejos.
Finalmente, Brin, el conejo humilde, se acercó tímidamente. «Árbol de los Deseos, no tengo grandes hazañas que contar ni vastos conocimientos que ofrecer. Solo deseo que mi familia y mis amigos estén siempre felices y en paz.»
El árbol se iluminó con un resplandor dorado y, por primera vez, habló con una voz profunda y llena de sabiduría. «Brin, tu deseo es puro y desinteresado. Buscas la felicidad y el bienestar de otros antes que el propio poder o conocimiento absoluto. Por eso, tu deseo será concedido.»
En ese momento, una lluvia de pétalos dorados cubrió el valle, trayendo consigo una sensación de paz y alegría. Las criaturas del valle sintieron una armonía que nunca antes habían experimentado.
Zafira y Corvus, al ver la respuesta del árbol, comprendieron la lección. El verdadero poder y la verdadera sabiduría no residen en el dominio sobre otros o en el conocimiento sin fin, sino en la capacidad de desear y trabajar por el bien de los demás.
Desde ese día, el Árbol de los Deseos continuó siendo un símbolo de esperanza y altruismo en el valle, recordando a todos que la mayor magia reside en los deseos desinteresados y en los corazones puros.
Moraleja: Los deseos más valiosos son aquellos que buscan el bienestar de otros. La verdadera grandeza y sabiduría se encuentran en la humildad y en el amor desinteresado por los demás.